Verónica Toro
Facilitadora y Didacta de Biodanza. Verónica viaja por diferentes países del mundo impartiendo múltiples clases de talleres vivenciales. Especialista en el taller “Rescate de la Femineidad Profunda”, propuesta diseñada para recuperar el poder maravilloso de la mujer; se ha especializado además en el área de la sexualidad y la pareja.
Fue nombrada por su padre, Rolando Toro Araneda, creador del sistema Biodanza, como directora del Centro de Investigación en Música y Ejercicios de Biodanza (CIMEB).
Es directora, junto a su compañero de vida Raúl Terrén, de la Escuela de Biodanza de Buenos Aires, con sede en Dique Luján -Tigre, una escuela de formación integrada por más de cien estudiantes todos los meses. Ambos fueron fundadores y directores durante nueve años de la escuela de Biodanza de Bourgogne, Francia. Actualmente, asisten a sus grupos regulares más de 80 personas por semana.
Verónica y Raúl realizan los siguientes talleres vivenciales y formaciones de posgrado: El árbol de los deseos; Proyecto Minotauro; Instintos y Decisiones Existenciales; El camino del Éxtasis (Biodanza en Arcilla); Masculinidad y Femineidad; Eros y la Relación de Pareja; Sexualidad – Erotismo – Amor; Neochamanismo; Identidad y los Cuatro Elementos.
Hoy participan en el cuidado y la dirección del movimiento global de Biodanza en el mundo. Verónica y Raúl viven juntos hace 35 años, son padres de cinco hijos: Alejandro, Rodrigo, Romina, Valentino y Rolando. Se conocieron en Brasil. En la década del ’80, el proyecto de sembrar la primera semilla de la Biodanza en Europa los llevó a vivir en Suiza y en Italia.
A continuación, un poema que su hijo Valentino Terrén Toro le dedica a su madre:
¡Oh, maravillosa Verónica Toro!
hija predilecta de las estrellas,
emperatriz del cariño,
Madre del Amor incondicional,
dulce hechicera de las almas en tempestad,
raíz femenina enterrada en el éxtasis,
¡Oh, amada Verónica!
las almas en pena
te buscan desesperadamente.
Los rayos invisibles de la transmutación
te han sido concedidos.
Hay un poder eléctrico
escondido en tus manos.
Una brújula invisible
cuyo norte es la mente
de los desposeídos.
Sigue regalando tu caricia,
tu abrazo omniabarcante,
el bálsamo que mana de tu voz.
Se devela en tus palabras
el código de la consciencia cósmica,
la llave que abre la puerta
de todos los templos interiores.
Tus sagrados ojos de lince
esplenden como galaxias
ante las vidas apagadas.
Demoledora de espejismos,
fuente delicada de la transformación,
los capullos de la vida
florecen ante tu presencia oceánica.
Suave como la piel de un ángel,
determinante como el giro de los remolinos,
tu danza inicia el destino de todos los Dioses.
¡Oh, Verónica de los diez mil cielos!
Gracias por elevar el águila de nuestra consciencia
hacia la cumbre mágica de lo cotidiano