Raúl Terrén
Raúl elige presentarse como “un hombre enamorado”. Nació en Buenos Aires en 1951, está casado y es padre de cinco hijos. Vivió en Brasil, España, Francia, Suiza e Italia. Licenciado en Administración y Magister en Psicología Cognitiva, cursó estudios de Filosofía y Religión en Suiza. Ha sido empresario, profesor universitario y terapeuta.
Publicó tres libros de poesía: “Misterio”, “Epifanías” y “La Sensualidad de Dios”. Con Verónica Toro, “Biodanza, poética del encuentro”. Con Bruno Giuliani, “Vivre amoureux”.
Fue presidente de IBF, International Biocentric Foundation, de 2010 a 2015, institución que coordina el Movimiento Mundial de Biodanza. (ahora IBF, International Biodanza Federation).
Actualmente, junto a su esposa Verónica Toro, dirige la Escuela de Biodanza de Buenos Aires, y viaja dando seminarios de Biodanza en diversos paíes de América Latina y Europa.
Curriculum vitae de Raúl Terrén
en palabras de su hijo Valentino Terrén Toro
Dique Luján, mayo 2019
Papá,
Algunos poetas dicen que el Big Bang fue un dios que estalló de llanto. Yo creo que vos, cuando naciste, más que de llanto, estallaste de risa. Dulce danzarín que ríe para recuperar la alegría perdida del mundo, no hay fuerza que pueda vencer la fortaleza de tu fragilidad. Frágil como la mariposa de papel que sobrevuela el océano de fuego; fuerte como el rinoceronte de diamante que avanza por las montañas de lo desconocido.
Oh, sonriente caballero de lo sagrado, Dios juega a los dados y siempre gana, proclamaste. Y nos ayudaste a reconocer que no hay ciencia sin cuerpo, que no hay Dioses sin erotismo, y que la verdadera ciencia se desarrolla en la misteriosa universidad del sentir. Recuerdo el día en que colocaste un telescopio en el barco de mi alma y sembraste en mi pecho un mundo de estrellas.
Papá, la vivencia es el lugar donde florecen todas las magias, me insinuaste. E inventaste el concepto que explicase la experiencia de recibir una certeza intransmisible: vivencia epistémica, vociferó la mente de tus vísceras. Y tu cuerpo, sumergido en el corazón de un terreno que los tentáculos del lenguaje no alcanzaron a rozar, pronunció en silencio tu verdad filosófica más pura: saber sin entender. Tal vez una de las paradojas más iluminadoras que se hayan escrito.
Dejo dicho algo sobre el océano. Los delfines eligen nadar en la profundidad de tus manos, mientras yo intento volcar una gota de tu oceánica belleza sobre un papel. Entiendo que tus ojos emergieron del océano del Amor; gotas divinas que se abrieron como delicados portales en el misterioso mundo de la materia, gotas ancestrales que salpican luz sobre la sacralidad de nuestra esencia.
Gracias, artista enamorado; gracias, lobo que se ríe de la luna, costurero que sutura la noche con los hilos invisibles de la risa; gracias, sacerdote que bautiza lo profano, por enseñarnos cotidianamente el camino de retorno a los dioses, por escribir en el pizarrón las ecuaciones de la incertidumbre, por permitirnos sujetar las riendas de nuestra propia existencia, y por armarte de coraje para transmitir, acaso, la pedagogía espiritual más compleja de la existencia terrenal: enseñarnos a confiar en la sabiduría de lo inexplicable.
Alabada sea tu ternura de colibrí.
Valentino, 27 de noviembre de 2018 (cumpleaños de Raúl)